miércoles, 30 de marzo de 2011

Reflexión. Dilema moral.


¿EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS?

Hoy se me ha planteado un problema moral, que aún no se muy bien como resolver. Al meditarlo, aunque esto no tiene que ver con la asignatura, se me planteó una pregunta que se ha planteado muchas veces en clase de filosofía: ¿el fin justifica los medios?. Todo esto viene por la revolución en Libia, acontecimiento que últimamente hemos escuchado mucho en las noticias.
A principios del año 2011, se han dado una serie de revueltas y conflictos en Libia por parte de la población, que siguiendo el ejemplo de Egipto, piden la expulsión del dictador Gadafi y su salida del país. Lo que empezó como una revuelta ha dado lugar a una revolución, que cada vez es más fuerte. Me parece realmente admirable lo que están haciendo los ciudadanos libios, y varias
poblaciones de otros países árabes.
Cuando me enteré de lo ocurrido, sentí gran admiración por lo que estaban haciendo, una prueba del poder del pueblo, la exigencia de la democracia en países donde estábamos acostumbrados a ver sometidos a dictaduras y a un incumplimiento reconocido de los derechos humanos. Todo el mundo se echa las manos a la cabeza cuando recuerda las dictaduras de Pinochet o Franco, por supuesto que fueron horribles, y la gente dice: "Como pudo haber pasado eso", lo que la gente no sabe es que aún sigue pasando en muchos países, lo que pasa es que hasta estas revueltas nadie se había dado cuenta o estaban demasiado acostumbrados.
Mi dilema moral empezó con la intervención de países occidentales para ayudar a los rebeldes libios. Eso me alegró bastante, ya que por fin se hacía algo, ya le habían consentido demasiado a Gadafi como a otros dictadores y ya era hora de que estos países que tiene tanto poder lo utilizasen para ayudarles a cambiar la situación. La respuesta de estos países fueron varias reuniones, hasta que junto con la OTAN, se llegó de acuerdo en intervenir sobrevolando las ciudades con control del dictador para bombardear las bases militares y otras que le daban fuerza al dictador para debilitarle. Al hablar de bombardeos, me vino inmediatamente la palabra guerra a la cabeza. La gente empezó a ponerse a un bando o a otro, a favor o en contra de la intervención, y después de escuchar a varias personas con diferentes posturas me planteé mi posición.
¿Se puede justificar una guerra, que puede durar años? ¿Las intenciones de estos países son realmente las de ayudar o son intereses económicos como en tantas ocasiones?
¿El fin justifica los medios?

martes, 22 de marzo de 2011

Presentación del libro "Teoría pura de la República"

En la presentación del libro, el autor Antonio García Trevijano hace una crítica sobre la política española, fuente del mal que los políticos desarrollarían como corolario. Habló sobre las libertades de este país, libertades individuales y no sociales. Una de las ideas expuestas por el autor fue que no puede haber libertad de pensamiento, porque hay consenso. Otra idea que me resultó interesante fue que la biología no es nada, no existe. No sé si es lo que a él se refería, pero como yo entiendo esa frase es que debemos solo hacer caso de lo que podemos ver con nuestros propios ojos, de lo que sabemos que es real, y no hacer caso a especulaciones e hipótesis y entenderlos como hechos.
Siguiendo con la reflexión política del país, el autor analizó la historia española nombrando claro está, a la dictadura a la que fue sometida España durante 36 años. Después de este periodo, empezó lo que conocemos como democracia. Antonio García Trevijano en cambio, opina que las dictaduras degeneran oligarquías y no democracia, ya que el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social. Tambíen opina que la soberanía no existe, el pueblo no la tiene ni nunca la ha tenido e insiste en que no tiene entidad como concepto.
Siguiendo con la crítica al sistema político español, añade que en los gobiernos sólo hay corruptos e imbéciles. Opino que a lo que se refiere es que en este momento es tan fácil la corrupción que el político que no lo aprovecha, es que es imbécil.
Alejándonos un poco de la política española, se adentra en la historia de la francesa, nombrando claro está la Revolución Francesa. Así habla sobre la verdad de este hecho histórico, distinto al que cuentan los libros de texto y que según él, fue simplemente una cadena de casualidades originadas por un grupo de marginados de la época y trabajadores que van a la Bastilla a por armamento por orden del Ayuntamiento de París. Esta fue la primera vez que se utiliza la palabra Revolución. El papel de la mujer es muy importante, ya que fueron ellas quienes organizaron la primera marcha o manifestación.
Al final de la presentación, anima a los jóvenes presentes a que no voten por objeción de conciencia y que la juventud sea más libre que sus padres.
A la pregunta: ¿Cree que el sistema político puede a cambiar?; el autor responde con mucha seguridad:
"Al sistema político lo vamos a cambiar nosotros".

lunes, 7 de marzo de 2011

domingo, 6 de marzo de 2011

Mi utopía.


Mi mundo utópico es un mundo difícil de conseguir. Lo primero sería un cambio de valores. Se le da demasiado importancia al dinero, y la codicia y el poder corrompe a los hombres. En mi utopía el dinero sería algo secundario, la gente sería generosa y nos ayudaríamos entre todos. No seríamos caprichosos ni egocéntricos y no habría propiedad privada. Todo sería de todos. No habría poderes. Tendríamos lo necesario para vivir, y si una persona no lo tiene, le ayudaríamos y compartiríamos, porque todo sería de todos. No habría crímenes ni injusticias, porque el valor de la vida y de la paz serían unos valores universales que todos compartiríamos.
No habría guerras ni odio. La gente no discriminaría ni existiría la intolerancia, ni por sexo ni por raza ni por religión. Todos seríamos exactamente iguales ante la justicia, pero esta no sería un sistema de leyes que si no las cumples tienes un castigo. Sería simplemente un sistema de educación que recoge nuestros derechos, y no habría castigos porque la gente como ya he dicho no cometería crimenes ni haría el mal.
El amor sería también un valor muy importante y sería totalmente libre. La gente se enamoraría de quien quisiese, sean de diferente raza, sexo, edad, etc; y sería totalmente aceptado por la sociedad.
Mi mundo utópico sería como propone la filosofía de Rousseau, el hombre es bueno por naturaleza, excepto que aquí la sociedad no lo corrompe, si no que le ayuda a que ese bien y virtudes que tiene por naturaleza salga a luz.
Ya sé que es un mundo demasiado poco realista y es algo que no puede ser en su totalidad, pero quizás podamos intentarlo y cada día hacer pequeños gestos de generosidad y seguir nuestra vida según estos valores. Así podemos enseñarles a nuestros hijos, a las generaciones futuras, el respeto y la paz, y que así el mundo cambie, y quizás pueda ser parecido a este. ¿Todo es posible, no?

sábado, 5 de marzo de 2011

Comentario sobre un anuncio (Epicuro)

En el anuncio anterior observamos el procedimiento de formación de una botella de Coca-cola (marca de refrescos). En el anuncio lo exponen como una pequeña fabrica llena de magia donde se hace el refresco dentro de las máquinas expendedoras. A esta fabrica la llaman "fabrica de la felicidad", así relaciona la felicidad con el refresco en cuestión.
Ahora relacionemoslo con la filosofía de Epicuro, creador del hedonismo. Esta teoría pone como meta en la vida el placer y la felicidad. Las personas pueden encontrar la felicidad, pero la buscan en el sitio equivocado, como por ejemplo: buscar la felicidad en una botella. Epicuro opinaba que debemos disfrutar de las cosas sencillas y tener una actitud positiva ante la vida. Tenemos que descubrir nuestras necesidades, y calcular con sensatez los placeres. El problema es que no sabemos que nos hace felices. Por ello, intentamos encontrarla con bienes materiales, el consumismo o con un refresco como nos animan en el anuncio.
La felicidad no se encuentra con tener mucha ropa, con comer la mejor comida, con beber el mejor refresco. La felicidad no se consigue nunca con el consumismo, que nos ata y nos quita libertad. Con las cosas pequeñas de la vida y con los amigos si que podemos encontrarla. Disfrutando del día a día, de una forma positiva ante la vida y en compañía de nuestros amigos, así realmente somos felices.

Fabrica de la Felicidad - Coca Cola

Sócrates y el Intelectualismo Moral.

Sócrates (470 - 399 a.c) fue un filósofo griego considerado como uno de los más grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal. No escribió su filosofía, sino que se la enseñó a su discípulo Platón. Le juzgaron por hacer preguntas sobre el mundo actual y le condenaron a la muerte tomando la cicuta. Pero Sócrates aceptó su condena aunque sabía que era injusta. Respetó la ley y así fue libre.
Sócrates expuso numerosas reflexiones sobre el mundo de la época: la justicia, la felicidad, el conocimiento...etc, valores e ideales fundamentales para la ética. Opinada que "la política debería velar por las almas y enseñar la justicia, no aspirar y promulgar el poder". La justicia era un tema muy importante del que reflexionar. A través de las leyes, la política y la democracia el hombre hallaría el conocimiento y el saber del bien, así la felicidad. Pero sabía que la justicia no siempre se aplicaba como medio para conseguir estos valores y objetivos. A menudo se cometían injusticias (como luego vería en su propio juicio que le condenaría a la muerte) y los poderosos buscaban el poder y abusaban de él. "Cuando los poderosos cometen una injusticia, los primeros que lo padecen y a quienes afectan malamente es a ellos mismos". A partir de estas ideas fundó en concepto de INTELECTUALISMO MORAL. Este consistía en que a través del conocimiento (inteligencia) sabemos distinguir entre lo que esta bien y lo que está mal. El fruto del mal y los crímenes, y por tanto la acción contraria a la justicia, es la ignorancia. Si hacemos algo mal, es porque no sabemos que está mal. Solo la práctica nos ayuda a conocer la diferencia entre el bien y el mal. Por ello, deducimos que los humanos al equivocarnos aprendemos, y con ello adquirimos el conocimiento y la inteligencia que nos ayuda a conocer el bien y distinguirlo del mal. La justicia en definitiva debe preocuparse por la educación y no el castigo. La cárcel para el malvado no es la solución, si no la educación.
Relacionando todo lo anterior vemos que el bien, promulgado por la justicia, es una virtud con la que conseguimos la felicidad a través del conocimiento.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Kant.

Para Kant, toda la moral del ser humano debía poder reducirse a un solo mandamiento fundamental, nacido de la razón y no de la autoridad divina, a partir del cual se pudieran deducir todas las demás obligaciones humanas. Definió el concepto de «imperativo» como cualquier proposición que declara a una acción (o inacción) como necesaria. Según Kant, las morales anteriores se basaban en imperativos hipotéticos, con lo cual no eran de obligado cumplimiento en cualquier situación y desde cualquier planteamiento moral, religioso o ideológico. Un imperativo hipotético llevaría a una acción en determinadas circunstancias (por ejemplo, «Si quiero el bien común, no debo cometer un asesinato»), de manera tal que quien no comparta la condición («querer el bien común») no se ve obligado por esa clase de imperativos. Un imperativo categórico, en cambio, denotaría una obligación absoluta e incondicional, y ejercería su autoridad en todas las circunstancias, ya que sería autosuficiente y no necesitaría justificación externa. El valor moral de una acción, no reside en aquello que se quiere lograr, no depende de la realización del objeto de la acción, sino que consiste única y exclusivamente en el principio por el cual ésta se realiza, alejando la influencia de cualquier deseo.

El principio por el cual se realiza un acto es llamado por Kant, 'máxima' de la acción, es decir, el principio o fundamento subjetivo del acto, el principio que de hecho me lleva a obrar.

En esta línea, Kant formula el imperativo categórico:

Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal

De esta forma, obraremos moralmente solo cuando podamos desear que nuestro deseo sea válido para todos. Así, lo que se pretende es eliminar las excepciones, siendo igualmente válida para todas las personas.

EL FIN Y LOS MEDIOS